El poder invisible de los círculos de mujeres actúa en dos niveles. Un círculo de mujeres puede parecer que es simplemente una serie de mujeres que hablan entre sí; pero si es un círculo, y especialmente un círculo con un centro espiritual, provocará un invisible efecto en las mujeres que lo componen. Un segundo poder invisible consiste en la posibilidad de que cada círculo esté contribuyendo a crear la masa crítica que pondrá fin al patriarcado. Éste es el efecto que tiene en la cultura el millonésimo círculo.
El poder para enfrentarse a la censura o a la incredulidad, al ¿Quién te has creído que eres?, proveniente de fuentes externas, emana del formar parte de un círculo junto a personas afines, pues eso permite a las mujeres seguir su rumbo ante el ridículo o la oposición.
"El poder invisible que los círculos de mujeres ejercen en las mujeres que los constituyen nace del poder sanador, afianzador y alentador que somos capaces de tener sobre otra. "
"El poder invisible que los círculos de mujeres ejercen en las mujeres que los constituyen nace del poder sanador, afianzador y alentador que somos capaces de tener sobre otra. "
Cuando una cuenta con ese aliento y ese verdadero apoyo a la hora de llevar a cabo un cambio significativo, es más posible que el cambio se realice. El que otras personas crean en nosotras o compartan nuestros puntos de vista posee un poderoso e invisible efecto.
Un círculo de mujeres que confían unas en otras puede llegar a ser también un receptáculo de sanación, sobre todo si las mujeres que lo forman son capaces de hablar de aquellas experiencias en las que se sintieron aterrorizadas por lo que se les hizo a ellas o por lo que presenciaron. Un lugar seguro en el que contar la verdad es un espacio de sanación.
Una persona maltratada se siente, en el nivel emocional, doblemente herida: por lo que se le hizo, y por la vergüenza. En lo más profundo de la psique de toda mujer, niña y niño maltratados o violados, hay vergüenza y un sentimiento de indignidad y de desprecio hacia sí mismos, lo cual se vuelve mucho más terrible cuando las religiones llaman a estas víctimas pecadoras.
Una persona maltratada se siente, en el nivel emocional, doblemente herida: por lo que se le hizo, y por la vergüenza. En lo más profundo de la psique de toda mujer, niña y niño maltratados o violados, hay vergüenza y un sentimiento de indignidad y de desprecio hacia sí mismos, lo cual se vuelve mucho más terrible cuando las religiones llaman a estas víctimas pecadoras.
Cada vez que una mujer se arma del valor necesario para hablar y ve que sus palabras son acogidas y que no corre ningún riesgo, su confianza crece y, poco a poco, su psique empieza a sanar.
Un círculo es, además, una experiencia de conversación igualitaria que puede trasladarse a otras relaciones. En un círculo se desarrolla la costumbre de ser capaz de expresar ideas, necesidades, sentimientos y esperanzas, así como de escuchar. En un sentido, estar en un círculo es una práctica de prestar atención y recibir atención. En un círculo operativo no hay una persona que domine.
Nuestras relaciones más significativas, o bien son jerárquicas (existe un acuerdo tácito de que las opiniones, necesidades, sentimientos y percepciones de una de las personas tienen más importancia que los de la otra, lo cual atiende al modelo patriarcal), o bien son un círculo (ambas personas hablan y se escuchan una a otra como iguales, como seres que son importantes el uno para el otro). Recordando las palabras de Eleanor Roosvelt: “Nadie puede tratarte como a un ser inferior sin tu permiso”, la tarea a menudo consiste en transformar nuestra propia porción de patriarcado en un círculo. El invisible efecto de estar en un círculo hace esto posible.
Nuestras relaciones más significativas, o bien son jerárquicas (existe un acuerdo tácito de que las opiniones, necesidades, sentimientos y percepciones de una de las personas tienen más importancia que los de la otra, lo cual atiende al modelo patriarcal), o bien son un círculo (ambas personas hablan y se escuchan una a otra como iguales, como seres que son importantes el uno para el otro). Recordando las palabras de Eleanor Roosvelt: “Nadie puede tratarte como a un ser inferior sin tu permiso”, la tarea a menudo consiste en transformar nuestra propia porción de patriarcado en un círculo. El invisible efecto de estar en un círculo hace esto posible.
Círculos con un centro
Un círculo con un centro espiritual invita al mundo del alma y del espíritu a estar en el centro del círculo y en cada persona que lo compone. Una imagen es la de la gente sentada alrededor de un fuego invisible, que es una fuente similar también en su interior. O es como una rueda cuyos radios conectan distintos puntos de la llanta con el centro. No hay jerarquía. A través de un silencio meditativo y de la oración silenciosa, la sabiduría y la compasión pueden entrar en nosotras y centrarnos. Cualquier cosa que señale que el círculo ha comenzado puede desplazar la energía del plano social al sagrado.
Cuando el círculo e un espacio donde las demás personas escuchan con empatía, donde no se hacen juicios ni comparaciones, y donde aquello que se comparte confidencialmente se guarda como confidencia, ése es un círculo con un centro espiritual, incluso aunque no se lo considere así. Si hay amor y confianza, el círculo es un santuario.
Si se trata de un círculo de mujeres, habrá suficiente alimento de la Madre para todas. Los círculos de mujeres se convierten en un espacio uterino donde se incuban sueños y planes, y en un lugar donde se puede hablar de ellos y recibir ayuda a fin de dar nuestros primeros pasos. El elemento explícitamente espiritual puede no entrar en ese círculo hasta que la salud o la hija o hijo de alguien hacen necesaria una oración; sin embargo, es un círculo sagrado.
Cuando una intensa compasión y un serio sentido de la justicia son el foco de un círculo, ese círculo imbuirá de energía a las mujeres que hay en él, y es un círculo con un centro.
Autora: Bolen, Jean Shinoda
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