miércoles, 1 de mayo de 2013

La Polaridad Sexual: Femenino y Masculino



La especie humana habita en la tierra bajo dos géneros posibles, masculino y femenino, lo que nos lleva a observar e interpretar la vida de formas diferentes.

Pero no sólo existe esta polarización de un individuo a otro, según su sexo, sino que esta misma polaridad se encuentra dentro de cada uno de nosotros, ya que disponemos de un cerebro dividido en dos hemisferios con muy distintas funciones o formas de interpretar la realidad. 

Así, el lado izquierdo lo asociamos a las funciones prácticas, matemáticas, espaciales y de razonamiento lineal, entre otras, por lo que decimos que es nuestro lado masculino; en cambio, el lado derecho lo llamamos femenino porque se encarga del razonamiento no lineal, de la intuición, las artes y lo más emocional.

Otras características que se pueden añadir para explicar el binomio masculino/femenino de los dos hemisferios (y de los dos sexos) son: activo/pasivo, simpático/parasimpático, abstracto/práctico...

Para llegar a estados elevados de conciencia y realización espiritual, debemos equilibrar estas dos tendencias existentes en nuestra naturaleza. Pondremos especial atención en atenuar las tendencias propias de nuestro sexo y desarrollar aquellas características que se asocian al sexo contrario.

Hay que tener en cuenta que, para conseguirlo, es muy importante el papel que juega la sociedad en la que vivimos y la forma básica en la que se define: matriarcado o patriarcado. 


Está claro que, en las culturas actualmente existentes, o en aquellas ya desaparecidas que conocemos por referencias históricas, especialmente desde el advenimiento de las principales religiones monoteístas (con Dios masculino), el sistema que impera o ha imperado hasta etapas muy recientes, ha sido el del patriarcado y el de la 8 represión sistemática de lo femenino.

Acompañado, por consecuencia lógica, de una forma masculina de entender la sociedad, la política y las relaciones con lo otros, basada en imposiciones más o menos forzosas, represión de lo diferente y búsqueda del poder material a ultranza.


Sin embargo, como señalaba en la introducción, nos ha tocado vivir un momento histórico, al menos en nuestras sociedades occidentales, en los que se empieza a ver la salida a esta tendencia, la mujer empieza a ser tratada al mismo nivel que el hombre e, incluso los hombres, nos podemos permitir actitudes Femeninas impensables hace no muchos años. 

Esto nos permite avanzar en la interconexión entre nuestras dos polaridades, investigar en nuevas formas de relación y en crear una nueva manera de ver las sociedades y las relaciones humanas, no sólo a nivel personal sino a nivel humano global.

Aunque por lo que sigue a continuación, parecería, a veces, que estoy realizando una defensa a ultranza de lo femenino (en parte es así), debo aquí dejar claro que de lo que se trata es de equilibrar nuestras polaridades, tanto a nivel personal como global, y que cualquier tipo de feminismo estridente, que pretenda, en definitiva, pasar del modelo tiránico machista al tiránico feminista, contará con mi oposición. 

No se trata de que lo femenino sea lo bueno y lo masculino lo malo, sino de tratar de buscar la forma de sacar la máxima rentabilidad a cada una de las dos tendencias presentes en cada uno de nosotros (y, por cierto, en cada manifestación del Universo).

Para comprender mejor las diferencias entre estas dos energías, y teniendo en cuenta que, al menos los no tan jóvenes, hemos nacido y vivido bajo la supremacía de los valores masculinos y la autoridad patriarcal, comenzaremos por describir las características de lo Femenino, los valores femeninos. 

Algunos de estos valores son el amor, el afecto, la sensibilidad y la ternura; las relaciones humanas verdaderas (basadas en la comprensión, la aceptación y la apertura hacia la intimidad); el contacto con la vida (de la que son creadoras) y, 9 por extensión, con todo lo vivo, con la naturaleza (ecología y cuidado de la madre Tierra); la música, la danza y la literatura; la intuición, la emotividad y, en definitiva, todo lo que no es racional, lo que está fuera de la pura razón intelectual; y el diálogo, frente a la imposición o la fuerza.

Parece, pues, que el mundo en el que vivimos está pasando por un periodo de potenciación de lo femenino que, desde mi punto de vista, no es sino la consecuencia lógica de la expansión de conciencia que vive una parte de la humanidad y de la evidencia de que, por el camino que seguíamos, estamos poniendo en peligro nuestra supervivencia como especie e, incluso, la vida en el planeta.

La comprensión de estas diferencias es fundamental no sólo para aspiraciones más o menos trascendentes, sino también para nuestra vida diaria, para nuestras relaciones con el sexo opuesto a cualquier nivel y para clarificarnuestro propio auto-conocimiento, al poder darnos cuenta de la procedencia de nuestros impulsos y de qué es lo que queremos en nuestra vida. 

Es la falta de comprensión de estas diferencias la que ha llevado a la crisis a muchos contemporáneos que han visto cómo desaparecían gran parte de los valores sobre los que habían sido educados, sin ser capaces de asimilar las nuevas formas de estar en este mundo y de relacionarse con el otro sexo.

Sigamos indagando. A las dos polaridades sexuales, el milenario Tao chino le asigna los nombres de energías yin (femenina) y yang (masculina).

El equilibrio entre estas dos polaridades se expresa en el famoso símbolo del yin-yang, donde las dos polaridades se entrelazan y mezclan para llegar a la unidad expresada en el círculo. 


El yin tiene características de receptividad, flexibilidad, blandura y contracción; yang se expresa en la resistencia, la dureza y la expansión. 

La mujer se asocia con el agua y con el planeta Tierra; el hombre con el fuego y el cielo. Yin tiene movimiento hacia abajo y hacia dentro; yang, hacia arriba y hacia fuera. Yin es más fuerte y abundante que yang y, por lo tanto, más importante, pero menos visible y activo.

Según el Tao, la unión sexual es la mayor expresión de la danza cósmica del yin y del yang. Emocionalmente el hombre es como el agua y la mujer como el fuego. A la energía yang le cuesta tomar contacto con el propio corazón, mientras que a la mujer le es muy fácil expresar sus emociones, reír, llorar y excitarse.

Sin embargo, en lo sexual son al contrario: el hombre (fuego) entra rápidamente en excitación y puede llegar a explotar con la misma velocidad; a la mujer (agua) le cuesta más calentarse pero puede permanecer mucho más en este estado.

Partiendo de esta premisa, la pareja sexual debe acomodar sus ritmos y, compenetrándose y haciéndose suplementarios, el hombre, al ser sexualmente yang y tener una energía fogosa,llevará su fuego al centro sexual femenino; a cambio, la mujer, emocionalmente fogosa, llevará el calor al corazón (emocional) del hombre. 

La mujer pierde el control cuando se excita sexualmente y el hombre lo pierde cuando entra en contacto con sus emociones. Ante esta perspectiva, caben dos opciones: la incomprensión y el enfrentamiento o la comunicación y la complementación.
El incremento del nivel de comunicación en la pareja, a todos los niveles posibles, es una de las metas de la sexualidad consciente.

Finalmente, señalemos que, por sus características físicas, la mujer dispone de un gran potencial sexual, ya que posee o puede desarrollar fácilmente su capacidad multiorgásmica, dispone del clítoris como órgano especializado exclusivamente en el placer y, al contrario que otras especies animales más o menos cercanas en la línea de evolución, tiene una receptividad o disponibilidad sexual casi continua.


Fuente: Circulo de Mujeres

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