miércoles, 9 de noviembre de 2011
La Leyenda del Sol y la Luna
Dios creó a la Luna, y creó al Sol. Bastó que la Luna y el Sol se vieran por un breve instante para enamorarse perdidamente el uno del otro.
Pero Dios decidió que el Sol iluminaría el día, y la Luna, la noche. Siendo así, estarían obligados a vivir separados. Les invadió una gran tristeza cuando se dieron cuenta de que nunca más se verían... Dios, viendo esto, los llamó y les explicó: " No deben estar tristes, pues ahora ambos tienen un brillo propio"
Tú, Luna, iluminarás las noches, encantarás a los enamorados y serás protagonista de bellos poemas. En cuanto a tí, Sol, serás el más importante de todos los astros, ¡el Astro Rey!, iluminarás la tierra durante el día, darás calor al ser humano, y tu simple presencia hará a las personas más felices ".
La Luna lloró amargamente, y el Sol, al verla sufrir tanto, le pidió a Dios que los ayudara de alguna manera. Dios creó entonces a las Estrellas, para acompañar a la Luna. Hoy, ambos viven así separados.
El Sol finge que es feliz, pero arde de pasión por la Luna, y la Luna no consigue disimular su tristeza, vive en las tinieblas de su añoranza.
Dicen que la orden de Dios era que la Luna debía ser siempre llena y luminosa, pero no lo consiguió. Porque la Luna es mujer, y la mujer tiene fases. Cuando es feliz consigue ser llena, pero cuando no lo es, mengua y pierde su brillo.
Un día Dios decidió que ningún amor del mundo sería del todo imposible. Ni siquiera el de la Luna y el Sol. Fue entonces cuando creó el Eclipse. Desde entonces , Sol y Luna viven esperando ese instante, esos raros momentos que les fueron concedidos.
A partir de ahora, cuando miren al cielo y vean que el Sol cubre la Luna, piensen que se están amando. En esos momentos se aconseja no mirarlos directamente, pues su amor es tan, tan grande, que incluso nos podría cegar.
Dios decretó que ningún amor sería del todo imposible.
¿Hay en la Tierra amores como el del Sol y la Luna? Sí, sí los hay . Nunca pienses que tu amor es del todo imposible, recuerda: Dios decretó que ninguno lo sería del todo.
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