lunes, 28 de noviembre de 2011

Almas Gemelas


Hay alguien especial para cada uno de nosotros.

Pertenece a distintas generaciones y viaja a través de los mares, del tiempo y de las inmensidades celestiales para encontrarse de nuevo con nosotros.

Proceden del otro lado, del cielo. Su aspecto es diferente, pero nuestro corazón lo reconoce, porque lo hemos amado en los desiertos de Egipto,iluminados por la luna y en las antiguas llanuras de Mongolia.


Con el(ella) hemos cabalgado en remotos ejércitos de guerreros y convivido en las cuevas cubiertas de arena de la Antigüedad.

Estamos unidos por los vínculos de la eternidad y nunca nos abandonará.

Es posible que nuestra mente diga: “Yo no te conozco”. Pero el corazón sí le conoce.

Él o ella nos agarran de la mano por primera vez o nos abrazan y el recuerdo de ese contacto trasciende el tiempo y sacude cada uno de los átomos de nuestro ser.

Nos miran a los ojos y vemos a un alma gemela a través de los siglos. El corazón nos da un vuelco. Se nos pone la piel de gallina.

En ese momento todo lo demás pierde importancia.


Puede que no nos reconozcan a pesar de que finalmente nos hayamos encontrado otra vez, aunque nosotros sí sepamos quiénes son. Sentimos el vínculo que nos une.

También intuimos las posibilidades, el futuro. En cambio, él o ella no lo ve.Sus temores, su intelecto y sus problemas forman un velo que cubre los ojos de su corazón, y no nos permite que se lo retiremos.

Sufrimos y nos lamentamos mientras el individuo en cuestión sigue su camino. Tal es la fragilidad del destino.

La pasión que surge del mutuo reconocimiento supera la intensidad de cualquier erupción volcánica, y se libera una tremenda energía.


Podemos reconocer a nuestra alma gemela de un modo inmediato. Nos invade de repente un sentimiento de familiaridad, sentimos que ya conocemos profundamente a esta persona, a un nivel que rebasa los límites de la conciencia,con una profundidad que normalmente está reservada para los miembros más íntimos de la familia.


O incluso más profundamente. De una forma intuitiva, sabemos qué decir y cuál será su reacción. Sentimos una seguridad y una confianza enormes, que no se adquieren en días, semanas o meses. Pero el reconocimiento se da casi siempre de un modo lento y sutil.

La conciencia se ilumina a medida que el velo se va descorriendo.

No todo el mundo está preparado para percatarse al instante. Hay que esperar el momento adecuado, y la persona que se da cuenta primero tiene que ser paciente.

Gracias a una mirada, un sueño, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a un alma gemela.

Sus manos nos rozan o sus labios nos besan, y nuestra alma recobra vida súbitamente.

El contacto que nos despierta tal vez sea el de un hijo, hermano, pariente o amigo íntimo.

Puede tratarse de nuestro ser amado que, a través de los siglos; llega a nosotros y nos besa de nuevo para recordarnos que permaneceremos siempre juntos, hasta la eternidad.


- Brian Weiss

miércoles, 23 de noviembre de 2011

La Flor y la Mariposa


Cierta vez, un hombre pidió a Dios una flor y una mariposa. Pero Dios le dio un cactus y una oruga. El Hombre quedó triste, pues no entendió por qué su pedido llegó errado. Luego pensó: Con tanta gente que atender. Y resolvió no cuestionar.

Pasado algún tiempo, el hombre fue a verificar el pedido que dejó olvidado.Para su sorpresa, del espinoso y feo cactus había nacido la más bella de las flores y la horrible oruga se transformó en una bellísima mariposa.

"Dios siempre hace lo correcto. Su camino es el mejor, aunque a nuestros ojos parezca que todo está errado."

Si pediste a Dios una cosa y recibiste otra, confía. Ten la seguridad que ÉL siempre dará lo que necesitas en el momento adecuado.

No siempre lo que deseas, es lo que necesitas.

Como Dios nunca falla en la entrega de sus pedidos, sigue adelante sin dudar ni murmurar.La espina de hoy... Será la flor de mañana.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

A Thousand Years

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La Leyenda del Sol y la Luna


Dios creó a la Luna, y creó al Sol. Bastó que la Luna y el Sol se vieran por un breve instante para enamorarse perdidamente el uno del otro.

Pero Dios decidió que el Sol iluminaría el día, y la Luna, la noche. Siendo así, estarían obligados a vivir separados. Les invadió una gran tristeza cuando se dieron cuenta de que nunca más se verían... Dios, viendo esto, los llamó y les explicó: " No deben estar tristes, pues ahora ambos tienen un brillo propio"

Tú, Luna, iluminarás las noches, encantarás a los enamorados y serás protagonista de bellos poemas. En cuanto a tí, Sol, serás el más importante de todos los astros, ¡el Astro Rey!, iluminarás la tierra durante el día, darás calor al ser humano, y tu simple presencia hará a las personas más felices ".

La Luna lloró amargamente, y el Sol, al verla sufrir tanto, le pidió a Dios que los ayudara de alguna manera. Dios creó entonces a las Estrellas, para acompañar a la Luna. Hoy, ambos viven así separados.

El Sol finge que es feliz, pero arde de pasión por la Luna, y la Luna no consigue disimular su tristeza, vive en las tinieblas de su añoranza.

Dicen que la orden de Dios era que la Luna debía ser siempre llena y luminosa, pero no lo consiguió. Porque la Luna es mujer, y la mujer tiene fases. Cuando es feliz consigue ser llena, pero cuando no lo es, mengua y pierde su brillo.

Un día Dios decidió que ningún amor del mundo sería del todo imposible. Ni siquiera el de la Luna y el Sol. Fue entonces cuando creó el Eclipse. Desde entonces , Sol y Luna viven esperando ese instante, esos raros momentos que les fueron concedidos.

A partir de ahora, cuando miren al cielo y vean que el Sol cubre la Luna, piensen que se están amando. En esos momentos se aconseja no mirarlos directamente, pues su amor es tan, tan grande, que incluso nos podría cegar.

Dios decretó que ningún amor sería del todo imposible.

¿Hay en la Tierra amores como el del Sol y la Luna? Sí, sí los hay . Nunca pienses que tu amor es del todo imposible, recuerda: Dios decretó que ninguno lo sería del todo.

martes, 8 de noviembre de 2011

El amor y el miedo


Lo contrario del amor es el miedo. Con el amor te expandes, con el miedo te encoges. Con el miedo te cierras, con el amor te abres. Con el miedo dudas, con el amor confìas.

- Osho.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Voces de Crisálidas

El sol besó mi Crisálida. Y me levanté y viví
- Emily Dickinson

Tenía tres años cuando hice el descubrimiento psicológico más importante de mi vida. A esa edad descubrí que, obedeciendo a sus leyes internas, un ser vivo pasa por ciclos de crecimiento, muere y vuelve a nacer como un nuevo ser.

Un día, estaba jugando con mi pipa de mazorca de maíz con la que hacía burbujas mientras ayudaba a mi padre en el jardín. Me gustaba ayudarle porque él comprendía a los insectos y a las flores, y sabía de dónde venía el viento. Cuando encontré un bulto pegado en una rama, papá me explicó que la Oruga Catalina se había hecho crisálida, y me propuso que la lleváramos a casa y la claváramos en la cortina de la cocina. Algún día, de ese bulto iba a surgir una mariposa.

Ya había visto cosas misteriosas en el jardín de papá, pero esto superaba incluso mi imaginación. De todos modos, con mucho cuidado, atravesamos los dos alfileres de la crisálida en la cortina y todas las mañanas bajaba corriendo las escaleras con mi muñeca y mi pipa para mostrarles la mariposa. ¡Pero la mariposa no aparecía! Papá me decía que tenía que tener paciencia. Las crisálidas parecen muertas, pero dentro de ellas se van produciendo cambios extraordinarios. La vida de una oruga es muy distinta de la vida de una mariposa y necesitan cuerpos diferentes. Una oruga sólo mastica hojas; la mariposa bebe néctar.

La oruga es asexuada, casi ciega y tiene que arrastrarse por la tierra; la mariposa pone huevos, y puede ver y volar. La mayoría de los órganos de la oruga se disuelven y el líquido que queda ayuda a que crezcan las alas, los ojos, el cerebro y los diminutos músculos de la mariposa que se va desarrollando. Pero todo el proceso es muy difícil, tan difícil que la criatura no puede hacer nada más en esa etapa. Tiene que quedarse dentro de su capullo protector. Yo seguía esperando que esa oruga perezosa y glotona se transformara en una delicada mariposa, pero para mis adentros había llegado a la conclusión de que papá se había equivocado.

Sin embargo, una mañana, cuando estábamos comiendo nuestro cereal mi muñeca y yo, me di cuenta que no estaba sola en la cocina. Y ahí estaba, con las alas abriéndose todavía, brillando apenas con la luz transparente; era un ángel capaz de volar. Su capullo estaba vacío. Ese hecho misterioso que se produjo en la cocina fue mi primer contacto con la muerte y el renacer.

Años más tarde descubrí que la mariposa es un símbolo del alma del ser humano.
También descubrí que, apenas sale del capullo, la mariposa deja caer una gota de excremento que se ha ido acumulando. Generalmente es una gota roja y, a veces, la mariposa la deja caer en su vuelo. Es así que un conjunto de mariposas pude producir una verdadera lluvia de sangre, fenómeno que despertaba terror y recelo en las antiguas culturas y que en algunos casos daba lugar a verdaderas masacres.

Simbólicamente, para liberar a nuestra mariposa también tenemos que sacrificar una gota de sangre, dejar el pasado atrás y mirar hacia el futuro.

La delicada transformación que se produce en la crisálida es una transformación crepuscular entre el pasado y el futuro. Una parte de nosotros sigue mirando hacia atrás, añorando la magia de lo perdido; otra se alegra de despedirse de nuestro pasado caótico; otra observa hacia delante con todo el valor que logra reunir; otra se entusiasma ante las posibilidades de cambio; otra se queda inmóvil, sin atreverse a mirar en ninguna dirección.

Quienes aceptan conscientemente a la crisálida, ya sea en el psicoanálisis o en su vida diaria, aceptan la paradoja de la vida y la muerte, una paradoja que adopta distintas formas en cada nueva espiral de crecimiento.

En "El viaje de los magos" de T.S. Elliot, uno de los Reyes Magos describe lo vivido en Belén de regreso en su país:

... así que seguimos y llegamos al anochecer, ni un momento antes de tiempo para encontrar el sitio: fue (podría decirse) satisfactorio. Todo eso pasó hace mucho, lo recuerdo. Y lo volvería a hacer; pero escribid. Esto escribid. Esto: ¿se nos llevó tan lejos a buscar Nacimiento o Muerte? Había un Nacimiento, es cierto, tuvimos prueba sin duda.

He visto nacimiento y muerte, pero había creído que eran diferentes; este nacimiento fue dura y amarga angustia para nosotros, como Muerte, Nuestra muerte. Volvimos a nuestros sitios, a estos Reinos, pero ya no más a gusto aquí, en el viejo estado de cosas, con una gente extraña aferrándose a sus dioses. Me alegraría de otra muerte. Si aceptamos esta paradoja, lo que parece ser una contradicción intolerable no nos aplasta.

El nacimiento es la muerte de la vida que conocíamos; la muerte es el nacimiento de la vida que aún no hemos vivido. Tenemos que aceptar esta contradicción y dejar que nuestro círculo se amplíe. Los que nunca salen del capullo; los que encuentran que la vida es “fastidiosa, rancia, vana e inútil” o, como se dice actualmente, “aburrida”, tiene un grave problema.

Sin poder escapar de su inmovilidad, se aferran a sus juguetes de la infancia, se alejan de la realidad actual y se quedan sentados, esperando liberarse del dolor por arte de magia y poder vivir entonces en un mundo “justo y bueno”, un mundo de fantasía que tenga la inocencia de la niñez. Temerosos de abandonar las relaciones que les impiden crecer; temerosos de enfrentarse a los padres, los compañeros o los hijos que siguen teniendo actitudes infantiles, se hunden en la enfermedad crónica o la muerte psíquica.

La vida se convierte en una red de ilusiones y mentiras. En lugar de hacerse responsables de lo que sucede y de aceptar el desafío del crecimiento, se aferran a la estructura rígida que han ido construyendo o que recibieron al nacer. Tratan de permanecer “estáticos”, en una actitud que atenta contra la vida, porque la ley de la vida es el cambio. El quedarse “estático” equivale a la descomposición, sobre todo en el Jardín del Edén.

¿Por qué sentimos tanto temor ante el cambio? ¿Por qué, cuando estamos tan ansiosos por cambiar, nos desesperamos aún más cuando empieza a producirse una transformación? ¿Por qué perdemos nuestra fe infantil en el crecimiento? ¿Por qué nos aferramos a nuestros antiguos lazos en lugar de abrirnos a nuevas posibilidades, al mundo desconocido de nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma?

Plantamos grandes bulbos de amarilis. Los regamos, dejamos que les dé la luz del sol, vemos como aparece el primer brote verde, el tallo que se apresura a crecer, las yemas, y luego admiramos las hermosas flores acampanadas que ofrecen un aleluya a la nieve del jardín. ¿Por qué tenemos que tener más fe en un bulbo de amarilis que en nosotros mismos? ¿Será porque sabemos que la amarilis va creciendo guiada por una ley interior, una ley con la que ya hemos perdido contacto?

Si nos damos tiempo para escuchar a la amarilis, podemos vibrar con su silencio. Podemos sentir su eterna quietud. Podemos llegar al fondo del misterio. Y en ese lugar, el lugar de la Diosa, podemos aceptar el nacimiento y la muerte. La bellísima flor va a morir algún día, pero si permitimos que el bulbo repose y lo dejamos en la oscuridad, el próximo año surgirá otra flor.

La inseguridad es la esencia misma del temor ante el cambio. Quienes reconocen su propio valor entre sus seres queridos pueden marcharse y volver sin temor al alejamiento. Saben que los quieren por ser como son. Nuestra sociedad dominada por la informática es fascinante y eficiente, pero está destruyendo cada vez más los auténticos valores humanos. Por muy compleja que sea una máquina, no tiene alma ni se guía por sus instintos. Una computadora pude vomitar todos mis datos personales, pero no puede recorrer los pasadizos subterráneos de mi soledad, ni escuchar mi silencio, ni responder a la sombra que pasa frente a mis ojos. No puede calcular la profundidad y la extensión del alma humana.

Cuando una sociedad se programa deliberadamente de acuerdo con una serie de normas que apenas se relaciona con los instintos, el amor o la intimidad, quienes se deciden a convertirse en individuos confiando en la dignidad de su alma y en la creatividad de su imaginación tienen razón de sentir miedo. Son parias alejados de la sociedad y, en mayor o menor medida, de sus propios instintos. Mientras trabajan en el silencio de su capullo suelen pensar que están locos. También piensan que enloquecerían aún más si renunciaran a la fe en su búsqueda personal. Así como la crisálida estaba prendida a la cortina de la cocina, en la pared de sus habitaciones han clavado un proverbio de Blake: “si el necio persistiera en su estupidez se convertiría en sabio”.....

Fuente: “Los Frutos de la Virginidad”

Autor: Marion Woodman
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